El correlato de mundo capitulo 4

 








La Exegesis de los textos de la cultura: Pre-textos y construccion del texto entre epistemología y realidad


©Por  Abdel Hernandez San Juan


Restablishing the relation between language and world, epistemology and reality, this paper discuss the phenomenological concept of texere defined between experience, the non-discursive and the discursive, theorizing epistemological and methodological distinctions in between texts, pre-texts, construction of the text and textualization needed to the work of exegesis of the texts of culture 

   Coming from the primer classical relations between space, time, being, through and language --Aristoteles, Hegel, Hurseel, Heidegger and Derrida—the paper deliver distinctions between the inmediacy of the social and cultural world under which direct studies of culture take places and forms of the exegesis of texts on texts, texts under texts and signs in the place of objects, from the exegesis of social and cultural texts such as publicity and fashion, through mise in scenes of cultures such as markets, carnivals, parties and rituals, to literary works of fiction and the visual arts, the paper discuss a theoretical analysis on issues of epistemology and research methodology to be consider in textual analysis and studies of culture from sociology and anthropology to the hermeneutics of art and fiction, focusing ethics 


Key Words: language and world, epistemology and reality, the phenomenological concept of texere between experience, the non-discursive and the discursive, pre-texts, texts, construction of the text, textualizations, exegesis of the texts of cultures, texts on the texts, theoretical issues in research method



El propósito de este ensayo es situar y discutir en un modo lo más amplio posible las acepciones del concepto de texto a propósito de las cuales podamos abarcar el mayor diapasón posible de formas textuales a través de las cuales o en relacion a las cuales desarrollo y comprendo el research tanto de sociología, como de antropología sobre la cultura o la sociedad en directo, es decir, desde el análisis de formas sociales como pueden ser mis años de trabajo de campo y research directo en los mercados populares de Venezuela como se expresan en algunos de mis ensayos y libros más recientes, incluyendo la exegesis de formas pre-textuales previas como pueden estar implícitas, per se al modo de Performatividad epistemológica en el research en que las desarrolle, e inclusivo a las deliberaciones entre epistemología y realidad, entre las éticas del sujeto de conocimiento, yo mismo, y lo que me relaciona como ámbito de experiencia y de vida a la misma, con todo lo que en ellas transformó mis parámetros culturales, mi propio self y mi autoreconfiguracion cultural, relativos a ambientes de tecnología y medias sociales como el internet y la televisión, entre otras formas pretextuales discutidas en mis libros y ensayos posteriores en estados unidos, el presentacional lingüístico, lo dado y lo no dado o lo intangible, hasta en general otras formas pre-textuales que pueden abarcar cualesquiera modos en que he concebido lo que he llamado el recorte de una forma cultural sea esta una expresión de cultura material, de cultura visual como las imaginerías, o de otro tipo. 

   No es mi propósito aquí, sin embargo, discutir mis propios libros y ensayos, a diferencia de ello,  el centro de mi atención es discutir en un modo más amplio y general desde la filosofía analítica de las ciencias, es decir, ciencia de las ciencias, como entiendo el lugar, la proporción y la forma que a nivel epistemológico y metodológico debe tener el trabajo de la exegesis de la cultura, a partir de qué momento, hasta donde y en que formas, debe trabajar la interpretación de las culturas como textos, frente a formas previas a mí en sociología y en antropología de tratar este asunto. 

   Me propongo situar, en relativamente breves palabras que asimilo y en que me distancio, que asumo y en que me alejo, que incorporo que desdeño en que me identifico y en que me separo y me distingo de formas previas a mí de interpretar la cultura como texto tanto en sociología como en antropología. Antes de pasar a analizar y discutir estas distinciones será preciso abordar algunas cosas relativas al concepto texto, es decir, será preciso antes establecer una distinción metodológica y epistemológica, entre pre-texto y texto, porque aunque ambos comparten el hecho de que presuponen como concepto el carácter pre-dado a nuestra percepción, conocimiento y lectura, de un conjunto legible, el concepto de pre-texto supone, por un lado, que aquello que interpretamos como texto conformaba ya de por si un texto, si bien lo que lo hace pre-texto en la doble acepción de la palabra, pre-texto y pretexto, es nuestra propia escogencia, es decir, la relacion atraves de la cual hacemos de ese texto un pre-texto de nuestra interpretación, cuando una vez escogido, seleccionado o tratado como tal deviene pretexto de nuestra exegesis. 

   En el caso del texto no definido como pre-texto su naturaleza puede ser textual perse al hecho de que lo hayamos escogido o no como el pre-texto de nuestra exegesis, por ejemplo, vamos por la ciudad y observamos las publicidades alrededor nuestro, no hemos aun decidido escribir un ensayo o un libro sobre ese mundo circundante conformado por infinidad de formas móviles en colores que incluyen imágenes y textos en movimiento, luz y lenguajes computarizados, a penas solo en nuestras condiciones de ciudadanos, consumidores o paseantes, esos textos se nos hacen legibles en nuestros procesos de decodificación sin haberlos seleccionado como pre-textos de una interpretación en la forma de un ensayo, un libro o una crítica, al mismo tiempo es de considerar que desde el momento que lo decodificamos conforma de cierto modo el pre-texto de nuestra lectura, pero a modo de esclarecer distinciones ya propiamente en el trabajo de escritura y de research en el modo de ensayos y libros, se hace preciso distinguir o separar el pre-texto, como una forma legible que hemos escogido para la interpretación o la exegesis, y el texto, como una forma cuya decodificación no requiere una actividad sobreintencionada de lectura.

   Además de esta distinción precisamos o requerimos otra más entre el texto que ya estaba predado tal cual como lo recibimos per se a nosotros en el modo de un conjunto legible en la sociedad y la cultura, carácter pre-dado que puede ser definido tomando como parámetro de una forma textual un libro de texto exacto como lo recibimos pre-hecho y lo leemos entendido como forma textual a ser leída y extendiendo ese parámetro a otras formas de escritura que pueden ir desde la escritura alfabética hasta la no alfabética, por un lado, y desde la escritura cuyo autor es definido y preciso, obra teórica, libro de filosofía, novela, cuento, reseña, reportaje, hasta aquellas en que su autor no nos es conocido, como pueden ser los diccionarios y las enciclopedias, o como puede ser en la arqueología y otros modos de exegesis la lectura de textos de culturas antiguas, desaparecidas o cuyos lenguajes nos llegan en el modo de pergaminos, jeroglifo, petroglifos y otras modalidades de inscrituralidad. 

     Más allá de la escritura y de la inscripcion entendida en sentido arqueológico, es requerida además otra distinción adicional no ya entre textos con autor, obra teórica, novela, cuento, film, obra visual, sino también una distinción entre texto y textualizacion, y textos sin autor, las publicidades, la moda, las escenificaciones y puestas en escena, las ceremonias y rituales, las expresiones generales de la cultura material y visual, como los mercados populares urbanos, entre otras.  

    Por ejemplo, la moda, como la discute Barthes, conforma sin dudas en la sociedad un texto legible, no es requerido aun escribir un tratado de semiótica sobre un sistema de la moda, para que como ciudadanos en la urbe las expresiones visuales de la moda llevada en el cuerpo, estilos de comunicación, gesticulaciones y actitudes se nos haga un conjunto legible debido al acerbo que tenemos sobre esas formas sobre el fondo de estilos anteriores que nos es accesible en nuestra memoria cultural, sin embargo, perse a esta legibilidad que permite a la moda ingresar en el ámbito de lo aceptado como texto, conjunto legible a través del cual podemos leer los estilos de las usanzas de una sociedad, es decir, leer el texto social atraves del texto visual, si la moda, como la publicidad, es texto en las legibilidades sociales intramundanas entre personas o entre personas y formas visuales, no lo es aún en el sentido de hacer de la lectura de ese texto una lectura más profunda ya ocupada en un research encaminado a leer en la legibilidad de ese texto un texto social y cultural subyacente, el ciudadano o consumidor que transita y encuentra legibles las expresiones de la moda, lee sin dudas un texto, pero no pasa de decodificarlo, en ningún caso hace de su lectura una actividad encaminada a encontrar en la legibilidad de ese texto la lectura de un texto social y cultural subyacente más complejo y profundo, no hace de ese texto un motivo de research, por tal razón es requerida la distinción entre texto y textualizacion, indicando por textualizacion el trabajo subsiguiente más aguzado que se esfuerza por hallar el texto subyacente y por lo tanto en textualizar una forma visual que no lo era texto en este sentido leíble en que un libro de texto puedo ser el parámetro básico para la consideración de lo que consideramos texto, conformado por su entera legibilidad. 

   Otra distinción es requerida entre pre-texto, texto, textualizacion y construcción del texto debido a que en la mayoría de los casos cuando nos referimos a la sociedad y a la cultura en directo, infinidad de fenómenos no están ellos mismos conformados como formas textuales aunque sean susceptibles de la lectura textual en el modo preciso en que nos viene pre-dado, requiriendo el trabajo de construcción del texto, un sistema de la moda expresado en formas visuales, estilos corporales y vestuario, es indudablemente un tipo de texto, a pesar de que para leerlo el lector debe tener un dominio significativo del acervo especifico cultural al cual esa forma visual pertenece, ser parte de esa sociedad y conocer sus modas formando parte de ellas, pero un conglomerado cultural visual determinado como puede ser una determinada forma de ceremonia social tales como un carnaval, un tipo de fiestas, o una liturgia religiosa, no son ellas mismas propiamente textos y sin embargo, pueden ser susceptibles de ser construidas como texto, una imaginería visual se recorta con precisión en los acervos de una cultura, por ejemplo, la imaginaria visual colonial aunque puede variar en sus colores, tipos de vestuarios, mueblería y características de la arquitectura entre una cultura y otra, entre una sociedad y otra, mantiene como imaginería visual colonial ciertos parámetros que la distinguen de una imaginería visual no colonial, tipos de peinados, modos del vestir, conceptos de educación social implícitos a modos de llevar los ritos de cortesía, modo de estructurar la arquitectura, de modo que aunque un conglomerado visual colonial no sea igual en la lectura de la tradición victoriana en estados unidos, que en México o en cualquier otra parte del mundo, guardara siempre una cierta delimitación, no siendo sin embargo, un conjunto legible en el sentido en que entendemos este concepto tomando como parámetro el libro de texto y en que podemos extenderlo a formas de cultura visual decodificables, como lo publicidad, la moda o las formas de cultura visual de los ambientes tecnológicos del internet y otros medias como la televisión, son sin embargo susceptibles de ser leídas como  textos como aquello que en ellas se recorta con una suficiente estabilidad y regularidad en lo que estabiliza a su respecto pautas de legibilidades y por lo tanto condiciones de posibilidad para la hermenéutica y la exegesis, de modo que aunque un carnaval y una fiesta, entre otros modos de ceremonias sociales y culturales no conformen propiamente textos alrededor de ellas y a su propósito el texto puede ser construido.

    No conforman textos en el sentido de que sus expresiones visuales y materiales no están distribuidas alrededor de la relacion entre un mensaje enviado con la primera y priorizada intención de tener un destinatario preciso a cuya decodificación como comunicación está orientado, pero como conjuntos simbólicos expresivos a través de los cuales la cultura se recrea a sí misma en sus rituales, en el mismo modo en que se nos hacían legibles las delimitaciones de una imaginería visual colonial a diferencia de cualesquiera otras, alrededor de ellas se puede efectuar una práctica interpretativa y de exegesis por medio de la cual el análisis fenomenológico y el análisis hermenéutico construya un texto para a su vez posteriormente alrededor efectuar el trabajo de una exegesis de la cultura, los mercados populares de Venezuela entran dentro de esta acepción, para trabajar con ellos es requerido partir de un principio que distingue la relacion positivista si se quiere, en el sentido de una cierta exteriorización o extrinsecación entre lenguaje y realidad, es decir, la relacion entre epistemología y realidad a través de la cual un trabajo de recorte establecido y definido por el research, puede recortar una determinada forma cultural, simbólica y social con su nítida expresión visual construyendo en ella su textualidad para luego poner en relacion los aspectos textuales con aquellos significados subyacentes o estratificados, de todo lo anterior se deriva una distinción entre pre-texto, texto y construcción del texto. 

   Lo que hace a un texto texto en definitiva es su lectura, si no tenemos a una actividad de lectura inteligibilizadora, es decir, que lee e interpreta, no tendríamos texto ni siquiera en el libro de texto.

   Este concepto estratificado y fenomenológico de texto que he discutido antes con el cual mayormente trabajo fue discernido por Jacques Derrida en su libro márgenes de la filosofía cuando decía


El Entrelazamiento del lenguaje, de lo que en el lenguaje es puramente lenguaje, y de los otros hilos de la experiencia, constituye un tejido. La palabra Verwebung conduce a esta zona metafórica: los estratos están tejidos, su imbricación es tal que no se puede discernir la trama de la urdimbre. Si el estrato del logos estuviera simplemente echado encima podría levantarse y dejar aparecer bajo el estrato subyacente de los actos y de los contenidos no expresivos. Pero puesto que esta superestructura actúa, en cambio, de manera esencial y decisiva, sobre la unterchichts, estamos obligados, desde la entrada de la descripción, a asociar a la metáfora geológica una metáfora propiamente textual, pues tejido quiero decir texto, Verweben aquí quiere decir texere. Lo discursivo se relaciona con lo no discursivo, el estrato lingüístico se entremezcla con el estrato prelinguistico según el sistema regulado de una especie de texto


   Entre el lenguaje como puramente lenguaje y la experiencia se discierne lo que Derrida llama un tejido textual, lo discursivo y lo no discursivo se entremezclan con el estrato prelinguistico según el sistema regulado de una especie de texto, un tejido, urdimbre o trama que tiene su pasarela entre el lenguaje y la experiencia, entre lo verbal y lo no verbal. Lo determinante desde mi experiencia teórica y empírica respecto a esta forma de entender lo textual es que regresa el concepto de texto a sus acepciones clásicas más apegadas a la fenomenología de la relacion entre la génesis y la estructura del mundo fenomenológico discernible tanto respecto al mundo de la vida en si mismo, lo que he llamado el horizonte intramundano, las formas del lenguaje y de los símbolos que suponen ellas mismas una diferenciación respecto al mundo de la vida y el mundo propiamente relativo a la autorepresentacion de la subjetividad y la conciencia, asi como la diferenciación de estos últimos respecto a aquellos primeros, el lenguaje y los símbolos. 

     De modo que permite movernos desde la exegesis de fenómenos textuales allí donde no necesariamente y no siempre se trata de textos en el sentido de una forma textual literal dada en el lenguaje como una sobreposicion adherida o sobreañadida al mundo fenomenológico tanto natural como social y cultural tales como las formas del enunciado o la enunciación, el mensaje, el discurso o el arte, aunque también incluya a estos últimos y aunque, en última instancia, estos últimos sean también susceptibles y no pocas veces propicios para la exegesis textual.   Es precisa también una distinción que separe los estudios de la cultura y sus formas textuales en directo de los estudios de las obras literarias de ficción, es decir, limitando aquí la noción de obra literaria a solo obras de ficción tales como novelas, cuentos y otros géneros de la literatura de ficción pues si bien también las obras de filosofía, sociología y antropología desarrolladas en la escritura son obras literarias no lo son en el mismo modo en que las obras literarias de ficción. 

   Por este motivo en lo subsiguiente a las distinciones de este ensayo, cuando diga obra literaria, aunque yo mismo tiendo a llamar obras literarias a una obra de filosofía, sociología, antropología y pensamiento teórico, me estaré refiriendo exclusivamente a aquellas que son obras literarias como obras de arte de ficción. 

   En resumen, el lenguaje y los símbolos entendidos en su apego a las formas del lenguaje alfabético y a la escritura, tanto como al habla, primero, y entendidos, segundo, atraves de sus expresiones extraverbales en las artes bien sean estas visuales, de escritura, sonoras o corporales pero de ficción, conforman indudablemente formas susceptibles de la exegesis textual si bien son más textuales en la medida en que se alejan de la génesis que los crea, enunciación, emisión, y se aproximan a su autonomía material, grabable, reproducible, transportable, comunicable a distancia, conservable, memorizable, pero al mismo tiempo situado ya encima de ellos en términos de su exegesis, toda vez que queremos bien entenderlos más allá de esa autonomía física en dirección hacia la naturaleza o en dirección hacia la cultura, es requerido que un concepto fenomenológico de texto comience a remplazar como por stratificaciones fenomenológicas a aquel texto que en un momento dado de su recorte fue entendido como autónomo en su materialidad física pues en dirección a los sentidos y los significados que son requeridos en el trabajo interpretativo y de la exegesis vía hacia la cultura en la relacion entre forma y semántica, estamos alejándonos a la vez que lo leemos de aquel primer concepto de texto que en su delimitación había formado aquella unidad discreta que según un cierto recorte habíamos arreglado delimitar en su autonomía. 

     Que su autonomía física es indiscutible y que constituye, como decía Jacobson, un hecho factico y fatico, es decir, conativo, físicamente tangible, es indiscutible, no solo en lo que respecta a las obras de arte que tienen medidas físicas en el caso de las obras visuales, duración limitada en el caso de las fílmicas, músicas y teatrales, reproducción documental en el caso de las corporales, sino también en lo que respecta a las formas físicas de la cultura material que atañen a lo simbólico en ámbitos muchos más amplios de la cultura muy alejados del arte como los que discutíamos antes, los mercados populares urbanos, el carnaval, las formas de los rituales ceremoniales, las puestas en escenas de la cultura. Sin embargo, al mismo tiempo, tan pronto volvemos a alejarnos de esa unidad discreta física mínima, tamaño, altura, peso, duración, etc., para movernos hacia la exegesis en dirección a su creación, la conciencia autoral cuando se trata de comunicaciones con enunciadores, emisores o creadores autores concretos, o en dirección contraria, hacia el punto de vista del lector, el receptor o el espectador, como también cuando lo hacemos hacia la exegesis de las formas de la producción simbólica cuando se trata de producciones de la cultura menos apegadas al concepto de autor como la artesanía,  o más complejamente simplemente la cultura, el grupo o la comunidad cuando se trata de fiestas, ceremonias y símbolos rituales o religiosos, la interpretación nos hace no estar trabajando ya con aquel primer parámetro del texto que recortado una vez sobre tu faticidad habría servido de punto de partida en la puesta en relacion entre sus unidades constitutivas, signos, iconos, símbolos, sobre los cuales se recorta como autonomía textual y los ámbitos hacia los cuales tanto el análisis de la génesis fenomenológica como el análisis de los sentidos y significados semánticos exigen abandonar aquel concepto primero de texto para volver sobre este otro fenomenológico más amplio y abarcador que aquel.

   Este último, por lo demás, con el que usualmente trabajo, no solo se refiere a esos dos momentos que, tomando como parámetro una forma textual previamente recortada parecía extenderse solo entre la génesis de un lenguaje y la cultura, se refiere también, y de modo mucho más amplio y abarcador, a lo que relaciona en el continuum del mundo de vida las distinciones primeras entre mundo en sí y mundo fenomenológico, es decir, entre apariencia y sustrato, entre mundo y lenguaje, entre realidad y representación, entre mundo predado y mundo simbolizado abarca por lo tanto el dominio infinitamente más amplio de lo que en otra parte he llamado las pasarelas en sentido derridariano entre el mundo de la realidad y el mundo de la representación, entre el mundo de la vida cotidiana con sus horizontes intramundanos y el mundo de las sobreordinaciones en sus distintos niveles como sobreordinaciones que repiten el mundo de vida y como sobreordinaciones supradiscursivas.  

   Debemos en este sentido hacer una distinción entre los estudios directos de la cultura como texto excluyendo de estos por el momento la crítica literaria sobre la obra literaria de ficción cuando otro texto, esa obra literaria de ficción, novela, cuento, etc, es el texto base de la exegesis crítica y cuando entonces la cultura esta discutida e interpretada según ese texto primero, incluyo en la crítica literaria a cualquier forma de crítica del texto y de la cultura atraves de este como la crítica de artes visuales que yo mismo practico.     

   Esta separación entre los estudios de la cultura como texto y directo y aquellos que son estudios de formas de la literatura de ficción o el arte está establecida en nítidas delimitaciones epistemológicas pues en el primer ámbito de la cultura como texto tenemos todo el campo que abarca las relaciones entre lenguaje y mundo, lenguaje y realidad, epistemología y mundo, epistemología y realidad, sujeto y objeto a través del cual los recortes que hacemos en el research de las formas de sociedad y o cultura a ser analizados o estudiados, no conforman ellos mismos en el modo en que lo hacen la obra literaria de ficción o de artes visuales, textos del texto de la cultura sino que en gran medida su exegesis o el modo de su inteligibilizacion pasa por un trabajo la mayoría de las veces de lo que he llamado la construcción del texto atraves de la investigación de su estratificación fenomenológica, asi como en otros casos conforman de distintos modos conjuntos susceptibles de la exegesis textual aunque no conformen propiamente textos en el sentido que toma al libro de texto como parámetro de textualidad. 

    Debemos agregar respecto a los dos ámbitos precisados que las formas de abordar las dimensiones culturales como dimensiones pre-textuales no son aun y no lo serán probablemente nunca formas de crítica del texto sobre el texto, por ejemplo, en interpretar como los mercados populares en tanto conglomerados visuales en que se dan cita la puesta en escena del vendedor y la escena del trueque, presupone un modo de ver y ser visto que regula fenomenológicamente la relacion entre lo empírico y lo abstracto requerida para la comprensión de los mismos mercados y sus simbolismos incluyendo el tejido intramibricado del trabajo de análisis de la hermenéutica y de la fenomenología es una construcción del texto que en base a las estratificaciones de esa fenomenología del mercado abstraída según su research empírico permite trabajar luego la exegesis de sus formas corporales y simbólicas asi como poner en relacion el mercado concreto aquí y ahora, con las representaciones simbólicas del mercado, o en interpretar como el modo en que los turistas se hacen autorepresentaciones de ellos mismos en un cultura es una forma de leer como la cultura en que están produce imágenes de sí misma destinada a la economía que el turismo genera, son ambas formas de exegesis que construyen el texto con sus estratos, estas dos construcciones del texto están hechas de acuerdo a como la exegesis construye el texto que estaba dado en el strato fenomenológico en un caso entre las formas del ver y el ser visto en el mercado en la otra entre las formas de autorepresentacion de unos respecto a los otros mutuamente, en ninguno de los dos casos tenemos, como en la crítica del texto en el texto, una unidad mínima textual que es un punto de partida como ocurre en la crítica literaria o visual respecto al texto de partida (la obra de arte misma) pero sin embargo, hemos construido al texto al hacer la fenomenología de esa forma cultural precisa en base a su research empírico, las especificidades de la fenomenología del mercado en lo intracorporal de su espacio y tiempo, el ver y ser visto en el mercado, en una, o la autorepresentacion que se hace el turista en la otra.

  Ahora bien, recurrir a un material de archivos según el cual otros antes que uno han hecho interpretaciones expresadas en obras de sociología y antropología sobre esas formas de la cultura directa que uno está estudiando inicia a aproximarse al parámetro de la crítica del texto sobre el texto, sin embargo, aun la problemática en cuestión en sentido positivista, es decir, de la relacion epistemológica entre el sujeto y el objeto, continua tomando como parámetro entre uno como research y aquel texto que previamente a tratado el tema, a un motivo externo tanto para lo que uno está interpretando en la escritura o en modo directo en el trabajo de campo, como para aquel texto objeto de nuestra atención que lo abordo previamente.  Este hecho distingue y separa adicionalmente no solo los estudios de la cultura en directo de los estudios de la cultura atraves de la exegesis de la literatura de ficción y del arte visual, sino que separa y distingue a su vez formas de exegesis del texto en el texto, entre aquellas que acabamos de precisar respecto a un material de archivo en antropología o sociología que ha tratado el tema de nuestro research antes de acuerdo a la cual trabajamos con un texto del texto o con el texto en el texto, y aquellas en que los estudios del texto en el texto se refieren a la exegesis de una obra literaria de ficción o de arte visual. 

   Los estudios sobre el texto del texto cuando se trata de un objeto otro externo tanto al texto de uno como al previo, mantienen como su horizonte de atención el referente cultural allá afuera en el mundo que ha sido objeto tanto de ese texto que la ha abordado antes y que se vuelve objeto de mi interés por su relacion al mismo referente, como también del texto mío, el que yo escribo al respecto,  en tanto los estudios de crítica literaria sobre obras de la literatura de ficción y critica de artes visuales no hacen de aquel referente el centro de su atención. 

   Y la diferencia inmensamente alejada de estos dos parámetros viene dada en una problemática ontológica de teoría de la representación y teoría de la mimesis. 

    En los discursos literarios de ficción y visuales de las artes la mimesis respecto al mundo y a la realidad con sus conocidas oscilaciones entre modos representacionales y modos abstractos renuncia a la representación directa de esa realidad tomada como objeto de un sujeto para en su vez construir un sujeto del objeto que se organiza en la ficción del mundo simbólico autónomo que la obra misma conlleva por lo tanto la exegesis de la cultura a través de la exegesis y la interpretación de ese texto, no es ya relativa a cómo poner en relacion dos relaciones con un mismo referente, la mía interesada en aquel referente en la cultura y la que esa obra de antropología o sociología efectuó porque en gran medida y sobre todo lo que ocupa a la relacion de esa obra literaria de ficción o de arte visual con aquel referente dista mucho de lo que me ocupa a mi si mi investigación es sobre aquel referente y no sobre esa obra de arte en sí misma, la obra literaria de ficción y de arte visual no se ofrece como un vehículo intermediario para tratar sobre un mundo externo a ella, sino que ella misma se ofrece como modelo respecto a aquel por lo tanto su exegesis no es ya la de aquel mundo sino la de la obra de arte misma según la cual entonces se trata de interpretar una interpretación, la obra de arte no es pasiva respecto al mundo, se ofrece ella como un mundo a partir del cual cualquier consideración del mundo referencial tendrá que quedar supeditada. 

    Un escrito de un antropólogo sobre una cultura tiene en última instancia como objetivo la investigación o el research sobre esa cultura de modo que por mucho que reparemos en su estilo y en su retórica como algo formal, el horizonte referencial continuara siendo la razón de ser de su propia existencia, la obra literaria de ficción y de arte visual, a diferencia de ello, no se supedita a su referente sino que pretende remplazarlo a través de un prototipo a propósito del cual no es necesario ya recurrir al referente original, se presenta ella en el lugar de aquella realidad, en el mismo modo en que los signos como decía Pierce son sustitutos en cuyo lugar se remplaza un objeto por su significación, la obra literaria y visual quiere  que todo continúe transcurriendo en el ámbito mismo de los signos sin salida al exterior más que en el modo en que el prototipo que la obra propone sustituye al objeto por la significación, es en este sentido que ella misma una interpretación, y la interpretación entonces de la obra de arte es ella una interpretación de la interpretación.

   Cuando el objeto de una investigación es una forma de la cultura directa entiendo por directo el inmediacy del mundo de vida, pero también su accesibilidad allí afuera en el mundo, esa forma aun cuando sea ella misma simbólica suponiendo por ello una expresión de las ceremonias rituales tales como ritos, carnavales, fiestas, escenificaciones o formas del patrimonio cultural esa forma objeto del análisis no es ella misma en su expresión directa una forma organizada del discurso orientada a un destinatario en los términos en que el concepto de discurso lo vemos relacionado como también aquel de enunciación bien al hablante, bien al escribiente, bien en general al enunciante comunicativo de discursos sean autorales o sean relativos a comunicaciones de otro tipo como las intercorporales en la moda, la publicidad o las codificaciones de la cultura de masas. 

    De modo que la crítica del texto sobre el texto requiere ella también distinciones que separan epistemológica y ontológicamente las formas tanto en términos metodológicos como empíricos de la interpretación y de la exegesis. En este sentido es preciso decir que como yo lo entiendo y practico en ninguno de los ejemplos antes discutidos exegesis directa del texto de la cultura, exegesis de otro texto de sociología o antropología previamente referente a ella, o exegesis de la obra literaria de ficción o de arte visual tenemos propiamente intertextualidad. 

    Podría hacerse un uso metafórico o modificado del concepto de intertextualidad para referirnos a ello aduciendo que se trata de la puesta en relacion de varias formas textuales, pero esas formas textuales no han establecido ellas mismas unas respecto a las otras un trabajo de intertextualidad, la intertextualidad propiamente comienza cuando en la formación de un texto en su autonomía de texto otro texto es llamado al texto para formar parte de él y sobre todo cuando ello ocurre en la referencia entre un autor y otro autor, es decir, entre el texto de un autor y el texto de otro autor, en pocas palabras, si yo estoy investigando una forma de la cultura alrededor de la cual me intereso en lo que otro sociólogo escribió sobre el mismo motivo u otro antropólogo hizo en  un film, como modo de tratar de investigar mi tema, pero yo me valgo de ello solo en la metodología del research, pero no cito a ese autor dentro de mi texto, ello no es intertextualidad, luego, si otro autor es objeto de mi crítica, pero mi texto no llama las formas de sus textos dentro del mío a formar parte de lo que conforma mi propio texto, tampoco es propiamente intertextualdiad, el otro autor objeto de mi critica queda como el horizonte referencial de mi critica pero mi propio texto sobre aquel no se trae hacia su propia forma en lo que lo hace mi texto, formas del texto de aquel, para ser intertextualidad en sentido estricto, un autor tendría que llamar a su texto partes del texto del otro autor. 

    De este modo tanto los estudios sobre los modos textuales o inscripturales en la arqueología tales como la exegesis de jeroglifos, petroglifos o excavaciones, por un lado, como las formas de exegesis de escrituras antiguas codificadas en otras lenguas bien sean lenguas en uso o lenguas en extinción pero cuyas gramáticas y cuyos grafismos no sean los mismos de la lengua en que habla y escribe el autor pueden entenderse como formas de exegesis pre-textual, decir intertextual porque se pone un relacion un texto con otro o varios textos entre sí en relacion es una licencia con el termino intertextualidad que en realidad alejándose de lo que conforma propiamente el campo axiológico de la intertextualidad  corre el riesgo de extraviarse en usos terminológicos respecto a los cuales a la postre en realidad la intertextualidad tendrá muy poco que ofrecer. 

   Si se recurriese al concepto de intertextualidad desde una perspectiva de transformación de los significados del concepto, por ejemplo, deslastrándolo de sus sentidos en la crítica literaria para en su lugar darle nuevos sentidos en el campo de los estudios sobre traducción de lenguas entraría en el campo de la crítica sobre las variaciones semánticas de los usos de los términos y de los sufijos pues aun en teoría de la traducción en que en el modo de distintas lenguas varios textos están en relacion la relacion no es ella misma propiamente intertextual si nos atenemos a las acepciones dominantes del termino intertextualidad dentro de la crítica literaria. En el mismo modo cualquier acepción del concepto de intertextualidad que pretendiese desplazar los sentidos semánticos del termino desde las acepciones que ha tenido en las axiologías de la crítica literaria hacia, por ejemplo, la antropología, la sociología y la etnografía, tendría que iniciarse sobre la base de establecer las diferencias y las modificaciones semánticas que el termino recibiría en estas disciplinas estableciendo desde el mismo principio, que tendrían que ser acepciones muy distintas.  

   Es preciso agregar que una atención intertextual en teoría de la traducción hacia la interpretación de una lengua en otra desplaza la atención desde el eje de la investigación antropológica de aquella cultura, hacia el eje de la traducción en un modo de acuerdo al cual la traducción de culturas es subordinada a la traducción de lenguajes y por lo tanto pasa al primer plano el estudio del lenguaje y no aquel de la cultura. No tengo nada contra esto, yo mismo muchas veces priorizo el estudio de lenguaje antes que el de la cultura o subordino el estudio de la cultura al estudio del lenguaje en algunas de mis críticas, solo quiero subrayar que lo que entendemos por intertextualidad trabaja en la dirección del interés en el lenguaje y menos en el propiamente antropológico sobre la cultura.  

    Como bien sabemos las teorías del texto y de lo textual que adoptaron inicialmente un parámetro estructuralista para establecer sus recortes y terminaron apegándose a formas de lo textual eminentemente artificiales tales como inicialmente el lenguaje alfabético, por un lado, y el lenguaje de las artes por el otro, terminaron tratando de extenderse hacia la cultura creando una sobresaturación de los fenómenos culturales que termino por agotar, mermar y empobrecer el ámbito de la cultura y la razón por la cual esto ocurrió lo cual se hace sobre todo explícito en el fenómeno de lo que luego fueron llamados los estudios de intertextualidad, architectualidad, paratextualidad y transtextualidad, tiene una variedad de causas epistemológicamente indiscutidas hasta el día de hoy. 

   No me propongo con estos análisis desestimar la utilidad que los estudios sobre intertextualidad pueden rendir para la comprensión de determinados fenómenos específicos asi como tampoco negar que un momento dado de un research desde el punto de vista positivista lógico, cognitivista y conceptualista de un opcionalismo metodológico, se pueda recurrir a la intertextualidad como vía para conseguir objetivos, pero si me propongo advertir sobre todo esto: los estudios sobre la intertextualidad no se han presentado ellos mismos al menos en el ámbito en que surgieron, la crítica literaria, en un modo que propicie el disponer opcionalistamente de ellos  por motivos metodológicos de un estudio intertextual para una finalidad otra centrada en un research, no en el modo de poder acudirse a ello como una opción, sino que, lo cual lo teorice ampliamente en mi primero libro, los estudios de intertextualidad como se originaron en la crítica literaria y luego se extendieron desde su parámetros hacia otros ámbitos como la crítica de artes visuales y el intertextualismo en general han tenido una relacion implícita e indiscutida con el totalitarismo es decir han sido tendientes a imponerse como si fueran una condición ontológica de la cultura. 

   Es preciso pues la comprensión nítida de que la imaginación intertextual tiene en su origen una relacion indiscutida epistemológicamente con la extensionalizacion del modelo de un texto artificial y fatico en el sentido de Jacobson hacia los ámbitos de la cultura, el modelo de la obra de arte, es decir, que ha tomado como modelo implícito y parámetro presupuesto de base, una idea de texto originario la cual es ella misma ya desde su propio recorte epistemológico, una unidad discreta la autonomía de cuyo recorte viene dada por una concepción física y material del texto que es la obra literaria de ficción y la obra de arte. 

   Si no comprendemos como la obra literaria y la obra de arte son ellas en el sentido antes discutido sobre el remplazo del signo por el objeto, prototipos de mundo que se proponen en remplazo al mundo por su significación y sobre todo en remplazo al horizonte referencial por el mundo simbólico y de ficción creado por la obra, no podemos luego comprender porque cuando se pretende extensionalizar hacia la cultura el modelo textual de la obra literaria de ficción o de arte con el supuesto de intertextualidad de ese modelo derivado, se está creando una disrupción entre dos modos enteramente distintos de organización del mundo fenomenológico.

    La cultura es ella, cuando la atendemos desde las distinciones primeras entre el sujeto y el objeto, el lenguaje y la realidad, una inmediatez de mundo que fenomenológicamente no se ha conformado como la mimesis de un mundo en la significación de su remplazo, lo legible e interpretable en ella permanece relacionado en el mismo modo en que se nos ofrece el horizonte intramundano por lo tanto extensionalizar hacia ella el parámetro de los estudios textuales sobre la obra literaria de ficción o de arte es sobreponer dos órdenes fenomenológicos distintos uno del otro.

   Si Clifford Geertz cuestionaba los excesos del realismo ingenuo en antropología por el modo como aplicaba parámetros de las ciencias naturales al estudio de las culturas, el intertextualismo se excedió en el sentido exactamente contrario llegando a las mismas consecuencias sobre la cultura de aquel realismo ingenuo, pero por los motivos opuestos, partir como modelo base de una unidad discreta recortada en el artificio de su faticidad por la configuración de un mundo mimético estructurado en remplazo del objeto la obra literaria de ficción o de arte para extensionalizar lo encontrado estructuralmente en aquel micro texto extendiéndolo luego al texto general de la cultura causa una imagen distorcionada, deformada y falsa de esta última pues la cultura en la inmediatez directa de ella misma no es como la obra de literaria de ficción o de arte que conforma fenómenos miméticos y prototípicos de remplazo, cual el signo respecto a su objeto, de la significación ficcionalizada o artificializada en su remplazo simbólico respecto al mundo, alejándose con ello de la naturaleza de la cultura en directo. 

   En el mismo modo en que discutía en otro ensayo que indistinguir positivismo lógico y empirismo podría contraer trastornos, extensionalizar hacia la cultura en general un parámetro tomado del mundo mimético de la obra literaria de ficción, novela, cuento, o visual contrae trastornos a esta última que la distorsionan, es extesionalizar hacia aquella algo tomado de un modelo que no le es de suyo, es decir, la intertextualidad surgida del análisis del parámetro de las obras literarias de ficción y de arte cuando quiere ser extendida desde aquel su parámetro de partida, hacia el resto de la cultura, o para ser más precisos aquel parámetro a nivel fenomenológico no es en la cultura más que uno más entre otra infinidad que conforman a la cultura en sí misma, la saturación de la cultura y de los ámbitos socioculturales a que ha conducido por lo demás el intertextualismo debido precisamente al modo como se trae consigo el modelo del parámetro aquel en que surgió que se recortaba inicialmente sobre la autonomía de la obra literaria o visual, es ella misma constancia de que en ese mermar la cultura, fuente esta de sentidos y significados, viene implícito el agotamiento, el declive y el fin en la muerte de una etapa concluida de la subjetividad. 

    Es preciso leer a Derrida y los márgenes de la filosofía desde la perspectiva eminentemente clásica Aristoteles, Hegel, Hurseel, Heiddeger, Rousseau, el circulo lingüístico de ginebra, en que nítidamente están centrados los ensayos como desarrollo de cuestiones cruciales de la filosofía clásica para hallar en ellos precisamente la fuente de un definitivo distanciamiento de aquel parámetro de texto en que se originó la intertextualidad, pues en ninguna parte es su tema, para en su vez reconstruir el parámetro fenomenológico originario que relaciona la Texere a la génesis misma del mundo fenomenológico, de un mundo fenomenológico infinitamente más amplio y abarcador en el cual frente a la infinitud del espacio y del tiempo, del ser y del pensamiento, de la naturaleza y del lenguaje, las unidades discretas recortadas como artificios textuales o bien no han ni siquiera aun nacido en la génesis que organiza el mundo, o bien han sido postergadas por largo tiempo en tal modo que ni en la mitología blanca que se ocupa al final del libro de la relacion entre fenomenología y economía hacen aun aparición.  El modelo artificial y mimético de la obra literaria de ficción y visual debe ser solo uno más y no el principal, en la teoría fenomenológica y hermenéutica de la cultura y de su exegesis textual. 

   Pero lo anterior no significa que la exegesis y la interpretación de la obra literaria y de arte no conforme ella en sí misma un universo en su propia especificidad y que a su respecto no adquieran forma modos precisos en que podemos interpretando el arte interpretar la cultura, solo es requerido no extensionalizar ese parámetro a la cultura en general ni a todas sus formas, sino mantenerlo apegado a los corredores específicos o a los pacillos a través de los cuales transita y se disciernen los modos fenomenológicamente delimitados en que funcionan las relaciones de sentido y exegéticas cuando interpretamos obras de arte y por derivación la forma en que mantiene su especifidad ese parámetro respecto a la cultura, pasare pues en lo sucesivo a referirme a mis parámetros para la interpretación y exegesis de la obra literaria o de arte como texto.

    Para aquellos que estén curiosos respecto a mi concepto de interpretación en torno a la literatura y el arte, y se pregunten cuáles pueden ser mis afinidades en lo respectivo sobre todo a la hermenéutica en general y luego a la hermenéutica del arte, es decir, respecto a quienes discrepo y ante quienes me siento más afín, puedo de antemano adelantar que una posición afín, no sin referir las diferencias que son propias al tratarse de mi propia creación original, es la expresada por Svetan Todorov específicamente en sus libros Simbolismo e Interpretación, Géneros del Discurso y Critica de la Critica 

   Para algunos entre mis lectores y admiradores como teórico, ha sido de cierto modo una sorpresa el hecho de que me he alejado en los últimos años de cierto relativismo a ultranzas que, dentro de quienes somos relativistas culturales, ha caracterizado a algunos como por ejemplo a Terry Eagleaton. 

  Ciertamente he referido a Eagleton hace varias décadas específicamente la “Introducción a la Crítica Literaria” por estar de acuerdo con él en muchas cosas, sobre todo para acentuar la cuestión misma de la relatividad de los puntos de vista. 

    Sin embargo, con los años he definido una hermenéutica productiva y la caracterizo como un relativismo inclusivo, en pocas palabras, priorizo el hecho de que la hermenéutica trabaje y sea creadora de sentidos y de significados provechosos, no sólo de su relativización, algo que, indudablemente, me hace más a fin con los años—a pesar de nuestras diferencias—a posiciones como las expresadas por Svetan Todorov y Junger Habermas, este último quien ha priorizado el carácter de orientación hacia el entendimiento propio a enunciados de explicitación creados en situaciones pragmáticas de comunicación mediadas por los principios de la racionalidad y el entendimiento mutuo me refiero específicamente a la primera versión de la Teoría de la Acción Comunicativa I y II 

    Argüir que el campo de posibilidades hermenéuticas, intelectuales y filosóficas que abre la novedad de un concepto es enteramente nuevo y no trabaja entre sus nuevas potencialidades de producir sentidos y significados renovados, sobre el fondo de conceptos previamente desenvueltos, sería negarle a la filosofía, la estética y las ciencias humanas en general el hecho de desarrollarse sobre el fondo de un decursar en el que recibimos saberes provenientes de los antiguos, los clásicos, los modernos y de nuestros contemporáneos, sería, de hecho, abdicar el espacio en que el saber mismo se desarrolla sobre el fondo del saber, pero dejar esos campos de nuevos significados y sentidos hueros, o vacíos a la explicitación—al menos hermenéuticamente—intercientifica—en lo que respecta a la especificidad de sus epistemes e instauratividades, no sería menos impreciso hacia ese fondo mismo sobre el cual trabajan las nuevas posibilidades creadoras sobre todo cuando se trata como en estos de conceptos y categorías que desarrollo en espacios veritativos de claro sercioramiento científico. 

    Al respecto no sólo mis conceptos de “interpretación” y “exégesis”, también los de “lectura textual”, “arqueológica” y “libre” que he discutido respecto a la interpretación de la obra literaria y de arte merecen algunas precisiones interteóricas. La acepción usual que hacemos del concepto de lectura toma como referente inmediato la lectura de textos según el lector ordinario--lectura literal de textos. Esta acepción no ha dejado de ofrecerse como alusiva para una larga tradición de interpretación textual que va desde la antigua filología de los clásicos, hasta la actual, --desde Port Royal hemos acudido analógicamente a la noción literal de lectura no ya sólo para referir la descriptividad de aquel que en su inmediatez lee un libro de texto, sino también para significar –ampliada su semántica—el trabajo mismo de exégesis, los modos en que hacemos interpretativamente más o menos legibles los textos.  Presente, paradójicamente, en la semiótica estructural posterior a Saussure, esta noción supuso la teoría tipológica o abarcadora sobre los lectores, receptores y espectadores de las obras literarias y o de alguna otra manifestación de las artes entendidas en su objetividad como lectores y espectadores explícitos. El concepto de lectura –en el modo en que por mí mismo le propongo y discuto—permanece remitido a estas cuestiones puramente exegéticas, es decir, de hermenéutica y exégesis en la crítica de las obras, que remito al trabajo con sentidos, significados y potenciales semánticos propios al ejercicio crítico de discutir determinadas obras.  

   Sin embargo, hay otras precisiones ulteriores que debemos referir. Porqué llamar lectura en vez de interpretación a la crítica sobre determinadas obras.    

  Por momentos el concepto de lectura pareciera provisto de cierta pasividad respecto al texto leído en tanto mantiene la acepción de lector literal, es decir, que lee el texto leído. Por momentos también el concepto de interpretación parece provisto de esta pasividad. El aspecto nutriente y productivo, sin embargo, respecto al concepto de lectura para abarcar también aspectos de la práctica crítica, está dado por el hecho siguiente. 

   Pongamos por ejemplo, una interpretación de las obras en la cual ponemos el acento sobre los elementos estéticos-sociales discutiendo sus formas de acuerdo a hermenéuticas de significantes y sentidos de tipo social. Supongamos otra sobre las mismas obras que difiera ante aquellas por ser de tipo morfológico en su acento, al llamarle simplemente interpretación podemos quedar remitidos a las contraposiciones no sólo ideológicas, sino también incluso interpretativas que harían de ambas interpretaciones, la estético-social de un lado, y la morfológica de otro, no únicamente contrapuestas, sino incluso de indeseable conciliación, tan distantes en su diferir que mejor ni relacionarlas.  

  El concepto de lectura –habiéndole traído desde la hermenéutica y la exégesis de los textos—hacia la crítica, ofrece la posibilidad de discutir esas interpretaciones en sus modos de diferir, como no tan contrapuestas o contradictorias como les habríamos supuesto. Se ofrece así este concepto en su carácter de imparcialidad y a la vez de apertura, como más rico, podemos decir, es una lectura, en vez de decir, es una interpretación, movimiento según el cual, de una vez, queda abierto el espacio hermenéutico. Si decimos, es una interpretación, preguntamos, y porque esa y no aquella otra, o decimos, qué más da, o da igual, es una interpretación, si decimos, es una lectura, dejamos abierto el espacio hermenéutico, decimos, es una lectura, que interesante, qué lectura será esa y qué la diferenciará ante aquella otra.  

  El mío se corresponde con la problemática directamente de los modos de discutir los significados y los sentidos de las obras de arte, artes plásticas, literarias, a una cuestión de interpretación, es decir, lectura como alternativa o modalidad de la interpretación, como la forma activa, positiva de una crítica que no simplemente interpreta el texto leído para hacerle legible según lo que creemos, sino como aquella exégesis que sabiéndose interpretación, valida la positividad del camino que inaugura y vuelve efectivamente positiva su propia vía para desenvolver su hermenéutica, el trabajo de exégesis vuelto trabajo de crítica se vuelve un trabajo de lectura.  

  Mientras de un lado las nociones de interpretación y lectura dejan de proveer todo el campo semántica rico que supone la crítica de las obras más allá de una simple interpretación o una simple lectura, cierto es que precisamente una vez nos estamos refiriendo a determinado camino que hemos iniciado en la crítica de determinadas obras, sólo el concepto de lectura facilita el saber que tal critica se ha iniciado en torno a, a partir del momento en que, dando esto por tal cosa, aquello otro por tal otra, moviéndose entre esto y aquello otro, y no precisamente—como lo habría hecho otra interpretación—moviéndose entre aquello otro y aquello otro.  

  El concepto de lectura ofrece así a la exégesis critica de las obras, la memoria de su propia episteme, se ofrece como la memoria activa y en todo momento a lo largo del texto la memoria actual, vigente, respectiva al texto, según la cual la exégesis crítica puede conocer e incluso nutrirse epistémicamente, de cuál es su camino de lectura, cual es la lectura en que se ofrece y se desenvuelve. Por otro lado, mi concepto de lectura mantiene la relación a los principios descriptivos que remiten la actividad lectora al cuerpo y específicamente al cuerpo del performance, es decir, a este cuerpo mío aquí que lee, y a sus explícitos y directos referentes sensoriales y censo corporales, alude desde su origen mismo, la diferenciación entre palabra hablada y escritura, entre lectura en silencio y lectura entre labios, entre recitación tenue y lectura en voz alta, lectura de la escritura, es un concepto que diferencio y desarrollo además en su potencial, de acuerdo precisamente a esa subjetividad y a esa performance, si es lectura de la escritura, si lo es del texto, si lo es de tal o cual aspecto en las obras. 

Quisiera agregar algunas distinciones entre problemas de hermenéutica y problemas de exegesis textual.                      

   Ciertamente la problemática de la exegesis textual que centra principalmente mis conceptos de interpretación y lectura cuando se refiere a la obra literaria o de arte se remite en gran medida y sobre todo a formas del texto como las tenemos en un todo autoral conformado por obras como pueden ser obras literarias, de cine o de artes visuales que como critico uno discute, teoriza y escribe sobre ellas y visto en este sentido es requerido hacer una separación estructural entre esa forma textual interpretada como inscripcion escrita o visual en su relativa o por motivos metodológicos estratégicamente separada autonomía textual y fáctica, y el campo más amplio de la hermenéutica porque por un lado, en la interpretación de ese conjunto textual u obra cuestan como decisivas cuestiones que Stephen A Tyler define como discursivas relacionadas al orden proposicional y conceptual del texto leído o de nuestro acento sobre ello en el modo de leerlo, asi como la distinción que hace Stephen entre la conciencia autoral con su intencionalidad de la cual no siempre y en realidad pocas veces sabemos

    Es cierto como sostiene Stephen, y lo confirmo en mi propia experiencia empírica de interpretación, que el universo del texto cuando se refiere a un todo autoral conforma de por si una forma discursiva en la cual las proposiciones están contreñidas por sus relaciones internas implícitas a las relaciones entre las partes y el todo de ese conjunto textual,     

     Stephen asigna un lugar a la intención autoral para los clues de la interpretación del texto, por un lado, pero por otro se centra en el análisis de que esa forma discursiva conforma ella en sí misma como un todo un contexto discursivo en el que según distintos análisis del texto las proposiciones están contreñidas dando como resultado la posibilidad de una interpretación de ese texto que sea elucidadora. En este sentido puede analizarse e interpretarse el texto per se al hecho de que como casi siempre ocurre no conozcamos las intenciones autorales o no tengamos disponibilidad sobre formas textuales suplementarias como aquellas en las que el autor habla de esas intenciones. 

    Cuando en definitiva más allá de la intencionalidad autoral cuyos clues los deducimos de la realidad semiótica de la forma discursiva a ser interpretada en la crítica, sin lugar a dudas, ese recorte relativamente estructuralizado de la autonomía discursiva del discurso textual en cuestión a ser analizado es imprescindible y es cierto, como sostiene Stephen que en el caso de análisis de formas textuales cuyo todo proposional es discursivo cuentan menos a ser consideradas las problemáticas de la cuestión de los enunciados entendidos como actos de habla y a lo que relaciona a esos enunciados con la pragmática de la comunicación entre sujetos que intercambian enunciados situacionales requeridos de hacerse explícitos y por lo mismo en los que la explicitación presupone un arreglo interpretativo, horizonte de expectativas o acuerdo, las cuestiones a las que me refiero sobre análisis del texto son tratadas por Stephen en una parte considerable de su ensayo A Point of Order sobre la india y el tema en cuestión sobre las distinciones entre las intenciones de aquel que emite el texto y una consideración más bien situacional como se da en lo oral, las discute en dirección al análisis de como en el texto tenemos el contexto del discurso que explica las relaciones proposicionales aunque no el de la situación como en el habla, conduciendo entonces al análisis lexicológico y al análisis semántico desde una perspectiva que hace inclusiva cuestiones de lo que él llama el lenguaje como convención que nos permite entender porque no es usual que el perro tímido vuele alto cuando salgo en la tarde lo cual en mis términos remite al concepto de pertinencia de Shurtz.

   Respecto al análisis semántico sobre un modelo formal que explica más amplio que el causal, estoy de acuerdo con Stephen y considero sus precisiones significativas lo cual lo explico de inmediato, aunque las precisiones de Stephen se centran en la discusión textual porque como dice sus análisis se refieren a escrituras indues muchas de las cuales en la tradición antigua o son textos anónimos o son textos muy alejados de su inicial intención autoral, el también asume y discute el asunto en sus acepciones generales para la interpretación de textos autorales como conjuntos discursivos y en ello establece una relacion entre esa forma textual, discursiva y proposicional a ser analizada entendida en su recorte discursivo estructural (por lo cual entiendo un autonomía de esa forma textual en su recorte sobre ella misma) y el análisis semántico, en ello estoy de acuerdo, existe un punto a partir del cual aun moviéndonos en el campo de la crítica y la exegesis de una forma discursiva considerada en su recorte textual sin mirar aun ni hacia su autor, ni hacia una realidad externa a esa forma textual, en la misma forma de ese conjunto textual, solo la semántica puede ser relacionada con la cultura, incluso me atrevería a decir, que la semántica es de una vez el camino desde la forma hacia la cultura, en el lugar de la ideología que usualmente pasa hacia el mundo social y cultural sin forma, la semántica es la única vía para continuar hacia la cultura desde las formas y cuando estas son, las formas, rebasadas por las relaciones de sentido y significación estamos ante una forma de la cultura que sigue siendo susceptible de la exegesis textual, en este sentido los análisis de Stephen son relevantes en lo relativo a cómo movernos desde el análisis de las formas textuales y de sus retoricas, relaciones proposicionales con el todo conjuntivo hacia sí mismo como forma proposicional de discurso y luego hacia la cultura.

   Es requerido sin embargo hacerlo como explicaba antes conociendo las diferencias entre un mundo fenomenológico y el otro en el modo de un llamar desde y un ir a de acuerdo con que va y viene entre la cultura y el texto interpretado e interpretando en formas que al pasar entre unas y otras no pierdan las distinciones que hacen a un mundo y al otro y que por lo tanto pueda moverse entre uno y el otro sin que uno de ellos pretenda extensionalizarse sobre el otro. 

  Ahora bien, la problemática de la interpretación de las obras de arte, literarias y de otras formas textuales en la cultura, una vez situadas en el campo social de la existencia de muchas interpretaciones, si se tropieza no en el modo de la teoría de las explicitaciones entre los enunciantes en el speach oral, pero si en el modo de la existencia objetiva de muchas interpretaciones, con problemas que, discutiéndolos en el campo hermenéutico general de la cultura, requieren volver sobre Habermas y su teoría de la racionalidad comunicativa pues si bien las interpretaciones que yo me hago de lo que otro ha escrito son solo ello interpretaciones sin que aun hagamos entrar la situación de una comunicación oral, y si bien lo que yo he escrito, genera en un lector solo ello interpretaciones, si nuestras interpretaciones en el campo general de la cultura intelectual conformada por muchas interpretaciones son como dice Stephen y por usar su mismo concepto cocurrentes, esas cocurrencias y concurrencias requieren volver sobre el campo hermenéutico más amplio por varios motivos.

  El análisis de Stephen funciona y es adecuado para la relacion directa entre la crítica como escritura y las formas textuales que analizamos empíricamente entendiendo como en estas últimas las conformación del todo textual tiene en ella misma el contexto discursivo de las constricciones o proposiciones contreñidas, asi como, por el otro,  para el análisis semántico de ello deducible entre esa forma retorica o textual y análisis de dimensiones culturales, mientras se mantiene respecto a la cultura del lado de lo que esa forma textual trae consigo a ser interpretado en la proposicionalidad de su retórica, surge la pregunta sin embargo de lo que pueda ocurrir con interpretaciones diferentes, es decir, de cuál es la concepción de la interpretación con la que debemos trabajar en el trabajo de la exegesis cuando escribimos o teorizamos sobre formas textuales y más aún cuando estas son obras de autores como libros, escritura u obras de arte, en términos de responsabilidad y ahora, por usar las palabras de Stephen de obligación moral, en el momento mismo de interpretar porque según sea nuestro ejercicio de interpretación de esas formas textuales serán entonces luego en la cultura las formas como esa interpretación se relacionara a otras en el espacio hermenéutico de la cultura. 

    Cito a Stephen en esta nota: 

     This by now familiar question in cognitive anthropology has induced a number of ambiguous, if not contradictory responses, some of which rest on a confusion of formal and causal models. 

   More specifically, the answer I propose is that the concepts expressed by lexemes have ontological commitments which both constitute and reflect constraints on the construction of propositions containing these concepts (lexemes). On this interpretation, propositions have the function of relating concepts, but there are constraints on what concepts can be related in the same proposition (cf. Tyler 1969:16-17). Such constraints are commonly known as co-occurrence restrictions in linguistics, but in less elevated language, 

   Now it is just in this sense that the vocabulary of any language provides the initial clue to that information which it is important for anyone who speaks a language to know, and it is in this sense that languages have ontological commitments. Their vocabularies tell us what there is. Not all of it, of course, but most of it, and quite likely everything that is important. And the co-occurrence restrictions tell us what to expect of what there is, taken together they comprise a structure of commonplace knowledge. All this may sound quite conservative since it deals with rather obvious categories of semantic analysis. In essence, we have the meanings of words and the meanings of propositions, both of which refer to language as a system of conventions, This, of course, is an inadequate inventory of the means by which languages mean. It exploits only one aspect of context of use-that of words in propositions-and takes a rather narrow view of the functions of utterances, focusing as it does on overt cognitive form or what might be called primary conceptual content. In a word, it focuses on the objective and conventional aspects of language to the exclusion of such interpretive or expressive features as social context, speaker's intentions, hearer's interpretive procedures, and so on. 

  Aside from complexity, the major justification for focusing on convention at the expense of intention is that this paper is based on textual analysis rather than speech. This is not to say that the texts are neutral and unoccasioned. Quite the contrary: they were obviously composed with a purpose and directed to an audience,  

   Texts are at any rate not fully communicative. Like all language reduced to writing, much that is specified in speech or taken for granted in its setting is repressed in a text. Unlike the speech situation, the text presupposes an anonymous and distant audience which has no rights of interruption or immediate rebuttal. 

   Though we must often out of necessity give up the search for the elusive author and his intended audience, we can never abandon the presumption that the text had or has a purpose, that the author had something in mind that urged him to communicate through writing, and knowing something about this purpose may provide our most important key to interpreting the text. 

   Though it is usually true that authors have something in mind before they set pen to paper, it is the unusual text that does not betray the inchoate character of the author's original ideas. Despite what often amounts to incredible feats of editing and re-working, the emergent nature of an author's thought is evident in his text just as the emergent nature of speech can be captured in recordings. Whether writing or speaking, We only know what we had in mind after we communicate it, and even then much remains inscrutable, All of which is to say that texts, like all accounts, are characterized by tell-tale evidences of systematization and residues of cast- off developmental stages. 

  Context of situation may be difficult to construct for texts, but the context of discourse that the text itself establishes is another matter. Unlike the fleeting propositions of speech which so quickly fade from memory, those of the text are fixed and can be returned to again and again. They need not be reconstituted in memory every time we want to refer to them. What texts lose in specificity of situational context, they compensate for in permanence and specificity of context of discourse. A text sets up a universe of discourse and partially reveals within itself how its constituent concepts are to be understood by the role they play in the discourse. By a universe of discourse we understand a context of propositions that limits the possibilities of interpretation for any proposition in the text.

   A universe of discourse is a systematically organized whole, and it is important to emphasize that our understanding of concepts in context is constrained by the need to see the context holistically, even if what counts as the totality of a discourse constantly undergoes expansion and retraction. The wholeness of a discourse is not an objective fact, even if we sometimes so construe it. Nor is it a question of precise boundaries that constitutes our orientation to the whole, but our need to see things as totalities, our construction of tentative wholes that is important. It is thus normal for our interpretations of concepts to vary depending on how we have temporarily constituted their relevant universes. As we read a book, for example, our understanding of the author's meaning frequently changes from chapter to chapter, and only after we have finished the book are we able to get a clear notion of its critical concepts or of the work as a whole. Too, this interpretation is subject to change if we see the work in the larger context of similar works, and so on. It goes without saying that occurrence of concepts in such finite contexts as books is no guarantee that we will always come to a clear understanding of them. Our understanding-or the author's-may be defective and the totality we seek cannot be constituted. Nonetheless, that our understanding constructs a universe that transcends the mere occurrence of a concept or proposition is the important point, and it does not matter if our universe of discourse is inconstant. More important are the interpretive procedures brought to bear on the text itself. A text, like any account, is constituted as a whole by interpreting its propositions as founding coherent relations among concepts so that some concepts entail, presuppose, or imp1.v other concepts. The coherence of a text is partly given by logical relations among its constituent propositions and partly by similar logical reference to notions not explicitly mentioned in the text. 

   In addition to entailment, presupposition, and implication, which may operate overtly within the text and in our interpretive procedures, there are equally important procedures more normally but not exclusively restricted to the internal structure of the text. These have the effect of making two different concepts identical either by direct assignment of identity as in the case of metaphor, by a proportional equivalence of features which preserves a given pattern of relationships as in the case of analogy and homology, or by direct substitution of so-called "pro-forms," that is by substituting a different name for the same concept. 

    Significantly, the assignment of identities either deliberately or unconsciously suppresses or deletes some features of the concepts related and magnifies others, thus effecting a kind of transformation of meaning. 

   There are other more obvious features of texts which, though obvious, nonetheless comprise part of what makes us respond to a text as an appropriate example of the genre. It ought to have or at least portend a beginning and an end. It ought to have a focused topic or be about something, and it should have what I shall call transitivity of implication, a certain develop- mental tension-to give a sense of the movement of ideas, that it is "going somewhere." This is not necessarily a temporal dimension, though it may well be, but rather a question of the sequentiality of themes and sub-topics. At a minimum, some things come after others and there is a reason for it. 

   Simple juxtaposition of propositions or parts of a text is a basis for inferring a relation between the things juxtaposed.

. We interpret the members of a set of juxtaposed propositions in the same level of contrast as instances of evidentiary, exemplary, causal, or counter-factual relations, even when these relations are not overtly signaled by their appropriate syntactic forms. When propositions are juxtaposed either in time or space we are inclined to relate them (cf. Hymes 1973:348). Contrast between propositions or parts of a text often takes the form of antinomy, either overtly expressed or only implied by position in the text. When antinomies occur we are seldom content with mere paradox and expect resolution. We anticipate dialectical movement. Oppositions between contrasting concepts should be reconciled in a higher level synthesis, and if they are not we sense incompleteness. 

Both the author and reader of a text presume the reader's ability to interpret creatively-even if this amounts to nothing more than the ability to supply missing information from background knowledge. The text need not-indeed cannot-provide all the particulars of its own interpretation. nor can it formally exclude all possible interpretations. Readers are expected to supply missing information or to invent an interpretation of the significance of its absence (cf. Garfinkel 1964). 

   It is important to discriminate between the notions of propositional and lexical analysis proposed here and those currently modish in linguistics. The chief difference concerns the situatedness and the pragmatically occasioned character of concepts and propositions (cf. Hymes 1972). The contemporary fashion in semantic analysis in linguistics, whether of the interpretive (Katz 1972) or generative (McCawley 1968; Lakoff 1971) style is to analyze indiscriminately any collection of words or propositions, the only apparent constraint on choice being either prosaicness or outlandish- ness. It is not surprising that anthropological linguists, who have always been more sensitive to aspects of context, should be suspicious of sample analyses consisting of sentences chosen largely for their titillating effect on a small coterie of linguists rather than for their critical role in a conceptual pattern or body of discourse. 

 

Stephen Tyler

 A Point of Order, Rice University studies

Ahora bien la problemática que quiero centrar aquí como decía al inicio no se limita precisamente a aquello que por motivos metodológicos hemos debido esclarecer a modo de facilitar el análisis, no es tanto nuestro objetivo establecer que es un texto y que diferencia a un texto de un pretexto y de la construcción del texto aunque hayamos debido hacerlo, nuestro principal objetivo es por el contrario discutir cómo nos relacionamos a una cultura y en qué modo desarrollamos el trabajo de la exegesis, en pocas palabras, el centro de nuestra atención en este ensayo no es propiamente la ontología del texto y sus distinciones no por otros motivos sino porque consideramos que a este respecto la semiótica y la teoría del texto han avanzado suficientes precisiones como para que estemos seguros de cuándo y en que modos trabajar con los textos, simplemente dando por aceptado y dando por sentado cuando cada vez estamos antes un pretexto, un texto o la necesidad de construir el texto sin necesidad de ponerlo en discusión, pasamos a centrar nuestra atención en nuestra propia relacion con esa cultura, conjunto cultural, sociedad, comunidad o realidad y partir de qué momento, en que formas, recurriendo a qué modo de relacionarnos a ella iniciamos el trabajo de exegesis, esta pregunta nos aleja pues aquí propiamente de la semiótica que nosotros mismos hemos practicado en infinidad de textos de crítica, para conducirnos a un análisis propiamente de sociología y de antropología relativo a y centrado en cuál es la proporción, el grado, el nivel y el espesor adecuado que deben tener la correlaciones entre cuestiones epistemológicas relativas al sujeto y el objeto, primero, relativas a la relacion entre lenguaje, epistemología y realidad, en segundo término, relativos a la relacion entre uno y la cultura en la interpretación de la misma, asi como a la relacion entre mundos de la vida, formas del research, trabajo de campo y trabajo de la exegesis y la interpretación. Es ello a lo que hemos dedicado las distinciones de este ensayo. 



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Hernandez San Juan Abdel, The Intramundane Horizont, Pp, The Intramundane Horizont, Complete Works, Tome V and Pp, The Constelations of Common Sense, Selected Essays

Hernandez San Juan Abdel, Rethinking Urban Anthropology, Complete works, Tome VII

Hernandez San Juan Abdel, The Thresholds of the Couple, Pp, The Thresholds of the Couple, Complete Works, Tome VIII

Hernandez San Juan Abdel, Hermeneutic and Axiology, Pp, The Subject in Creativity, Pp, The Interpretations of Art: Hermeneutic and Analysis of Visual Discourses and Rhetoric’

Hernandez San Juan Abdel, Anthropology of Archaeology, Selected Essays, Book


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Todorov Tzvetan, Simbolismo e interpretación Todorov, monte avila editores, pasa monte books

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Todorov Tzvetan. Teorías del símbolo, monteavila editores

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